Por: el Lic. Adrián Caballero
Verdaderamente el aparato carcelario del país, semeja una gigantesca telaraña en la cual se encuentran inmersos siniestros intereses, con una impresionante red de criminales y funcionarios deshonestos, que prácticamente echan por tierra todo programa de readaptación social, sobre todo aquellos que han delinquido de manera circunstancial, ya sea en defensa de su vida o la de los suyos, o bien por un arrebato inusitado que confirma aquello de que todos somos delincuentes en potencia.
Resulta incomprensible que, en un país con el más elevado índice de delincuentes y viciosos en América Latina, como lo es Colombia y otros países mas, estén combatiendo gallardamente contra este mal, preocupándose abiertamente por la readaptación tanto de menores como de adultos. Se cuenta en esa nación, con grandes centros especializados en la readaptación, y gran parte del presupuesto gubernamental va a dar directamente a este tipo de acciones, desde luego porque la situación allá es realmente crítica, y en México comienza a serlo verdaderamente, sólo que aquí poco o nada se hace por reintegrar a sociedad bajo circunstancias normales, a quienes después de cumplir su condena son puestos en libertad. Más bien, sufren un descenso aún mayor en su estado de ´ánimo que aquel que tenían al ingresar a presidio y esto los hace doblemente peligrosos y desdés luego, prospectos seguros a volver a la sombra.
Decíamos que todo el aparato carcelario sufre un severo desajuste, porque la prisión es más un centro de narcotráfico y vicio, que un lugar de readaptación social, fomentado por las mismas autoridades que bajo ninguna circunstancia desean hacerse a un lado de las extraordinarias ganancias que constituye el ingreso de drogas a los penales.
Dentro del factor psicológico, los pesos no encuentran apoyo, siquiera en los compañeros de su mismo dolor, más bien, se desencadena una tenaz lucha por sobrevivir en las condiciones menos desfavorables, aunque esto sea un verdadero infierno, y es ahí en donde se desencadena la lucha por prevalecer. No hay afectos, ni como enemigos eso facilita las cosas a las autoridades para no hacer nada por estos desgraciados que cada día, hunden más en la tragedia.
De hecho, hay casos numerosos en los cuales un delincuente alcanza penas de 30 o más años al írsele sumando los delitos, por lo cual poco les importa poco les importa a ellos, seguir matando o bien, inmiscuirse directamente en el negocio de las drogas.
Desde luego, quienes entran en este último ejemplo, por su condición ya han perdido la fe en todo y están conscientes de que sus días van a terminar en presidio. Pero también los hay, quienes fueron enjuiciados con lujo de severidad, sin tomar en cuenta los factores que intervinieron para que cayeran en el error de delinquir; algunos ovan por hambre, otros agreden respondiendo a la agresión, algunos matan delincuentes en defensa propia al ser asaltado su hogar o su negocio, y mes guato que estas personas echen a perder su vida por aspectos circunstanciales.
No es lo mismo aquel que acribilla a un pelafustán que está a punto de violar a su hija o esposa, que aquel que por su mentalidad psicótica se deleita en provocar la muerte a sus semejantes. Todo esto, es necesario analizarlo, y evaluar los programas que deben ponerse en marcha, aunque para ello, se tenga que destronar todo un aparato delictivo que es el que controla el sistema carcelario en el país.